viernes, 26 de septiembre de 2014

         
                          Beberse hasta las lágrimas de su gran amor...

     Hoy pongo "una de amor", de amor cortés, de amor doliente hasta la muerte. Se trata de un fragmento de Cárcel de amor, de Diego de San Pedro. Obra representativa de la llamada "novela sentimental", propia del siglo XV. 
       En este fragmento Leriano se dirige a Laureola. 
       De momento, soy consciente de que mis alumnos no están entrando al blog, pero como espero que en algún momento lo hagan, dejo en el aire el tremendo final y aquel que me lo desvele..." hallará bien en ello".

         Si tuviera tal razón para escribirte como para quererte, sin miedo lo osara hacer, mas en saber que escribo para ti se turba el seso y se pierde el sentido, y de esta causa antes que lo comenzase tuve conmigo gran confusión: mi fe decía que osase, tu grandeza que temiese; en lo uno hallaba esperanza y por lo otro desesperaba; y en el cabo acordé esto. Mas, ay de mí, que comencé temprano a dolerme y tarde a quejarme, porque a tal tiempo soy venido, que si alguna merced te mereciese no hay en mí cosa viva para sentirla, sino sola mi fe. El corazón está sin fuerza, el alma sin poder y el juicio sin memoria. Pero si tanta merced quisieses hacerme que a estas razones te pluguiese responder, la fe con tal bien podría bastar para restituir las otras partes que destruiste. Yo me culpo porque te pido galardón sin haberte hecho servicio, aunque si recibes en cuenta del servir el penar, por mucho que me pagues siempre pensaré que me quedas en deuda. Podrás decir que cómo pensé escribirte: no te maravilles, que tu hermosura causó la afición, y la afición el deseo, y el deseo la pena, y la pena el atrevimiento... y si porque lo hice te pareciere que merezco muerte, mándamela dar, que mucho mejor es morir por tu causa que vivir sin tu esperanza. Y hablándote verdad, la muerte, sin que tú me la dieses, yo mismo me la daría por hallar en ella la libertad que en la vida busco, si tú no hubieses de quedar infamada por matadora; pues malaventurado fuese el remedio que a mí librase de pena y a ti te causase culpa. Por quitar tales inconvenientes, te suplico que hagas tu carta galardón de mis males, que, aunque no me mate por lo que a ti toca, no podré vivir por lo que yo sufro, y todavía quedarás condenada. Si algún bien quisieres hacerme, no lo tardes; si no, podrá ser que tengas tiempo de arrepentirte y no lugar de remediarme.




No hay comentarios:

Publicar un comentario