miércoles, 1 de julio de 2015

PARA NOELIA


          Hace unos años tuve la suerte de trabajar en Chinchón. Cuando me dijeron en Alcalá que mi destino sería ese, no me hizo nada de gracia. Estaba muy lejos de mi casa, era solo media jornada y me complicaba mucho mi situación familiar. Era febrero, los grupos ya estaban acostumbrados a su antigua profesora y yo sabía que esto, lo dificultaba todo mucho.
         Me convertí en profesora de un 3º de la ESO divertido y atento. Había chavales muy activos, inteligentes, con ganas de aprender, con gran apego a su profesora anterior, como ya me había imaginado, pero muy abiertos a que yo pudiera gustarles y enseñarles tanto como ella.
         En ese grupo tenía a Elena, a Lara, a Nacho, a Coral, a Blanca, a Fer, a Jesús; tenía a muchos alumnos. Y la tenía a ella. Tenía a Noelia. Sentada al fondo de la clase, a la izquierda. Justo en el lugar en el que sitúo, desde hace tiempo, mi propia alma.
          Noelia era especial y lo supe desde el principio. Era más seria que los demás. Mantenía la compostura, el orden, la mirada y la sonrisa incluso cuando los demás se relajaban, se desordenaban, se despistaban o se carcajeaban. Noelia permanecía siempre, al fondo a la izquierda, sosteniéndome con sus grandes y oscuros ojos y su eterna sonrisa.
         Noelia era la alumna que me reconfortaba. Era mi guía en aquella clase de Chinchón. Yo la miraba y sabía si mi clase iba hacia adelante o se estancaba. Ella siempre preguntaba la duda que me facilitaba el cierre de mi clase. Noelia era la alumna que todo profesor desea tener.
         Acabó aquel curso 2011 y las Tecnologías de la Comunicación me permitieron seguir sabiendo de ella (y de los demás), pero sobre todo, de ella. Messenger era nuestro rinconcito. Intercambiábamos opiniones, consejos, ánimos, música y algunas lecturas. Y es que, parece mentira que una alumna pueda llegar a convertirse en amiga. Noelia era mi amiga. Nos respetábamos de forma casi surreal teniendo en cuenta de dónde veníamos o de dónde procedía esa amistad nuestra y nos queríamos de una forma muy especial.
        Tan especial que cuando Noelia se estaba marchando, Blanca, sabedora de nuestro cariño, decidió avisarme y hacerme partícipe de su ida.
         La vida me ha privado de la compañía de seres queridos a los que entiendo que les tocaba irse.
         Creo que la vida, en este caso, se ha confundido estrepitosamente. Creo que la muerte se ha equivocado. Y creo, firmemente, que no se lo voy a poder perdonar.
          No había vivido lo suficiente. Apenas había empezado a vivir.
       
         A la familia de Noelia, excepcional ser humano, a sus padres y su hermano; a sus amigos, Blanca, Elena, Jonatan, Eva, etc.; a Samuel, su gran amor y a todos los que la queríais, os mando mi tristeza, mi cariño y por supuesto, mi más sentido pésame.
       
       Desde mi forma de entender la vida, no sé si hoy Noelia será una estrella, un sol de otro sistema, una piedra de algún sendero, una flor o una nube. De lo que estoy segura es de que ella es recuerdo y en mí, es desde luego huella imborrable.
     
        Que la tierra te sea leve, preciosa.
       

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